miércoles, 18 de enero de 2012

La (re) aparición de una escultura

             El artista sufre cuando una obra suya, una escultura, en este caso, es agredida. Mas también cuando la desplazan del lugar dónde se ubica. Hay, por otra parte, además, unos derechos de imagen inalienables a las obras, que se vinculan indisolublemente a su creador, mas también al espacio para el que fueron concebidas. Aquellos están sujetos a derecho, habiendo jurisprudencia relativa propia; estos últimos son de gran importancia pues pertenecen al territorio de la memoria, con sus emociones y recuerdos. Son parte de una geografía urbana que apreciamos con su propia intensidad como indisolubles pues forman parte de nuestro espacio vivido.


            Así ha ocurrido recientemente con Xosé Cid y su escultura femenina en piedra que estuvo desde 1988 en el centro de la Praza Paz Nóvoa -¡ veintiún años !-, largo tiempo mas con ocasión de las obras de remodelación de 2008 fue desalojada por la fuerza de su centro. El recoleto y uterino espacio de comercio y ocio bajo soportales: así, sin explicaciones, el recoleto y uterino espacio de comercio y ocio bajo soportales se llenó sin más de un nuevo aire.


Hace un tiempo se ha puesto delante del Auditorio, en la isleta vegetal de la intersección de la Rúa da Canle con la de Emila Pardo Bazán, dónde se colocó en un inusual proceder de desconsideración desde el patrimonio cultural. La nueva ubicación pierde la plaza por un cruce, lo humano por lo metálico, en soledad. Es otro destino de rotonda, mas pero qué distinto. En el entorno el espacio es otro y también el sustrato.


Es grato el reencuentro con la silente amiga en el aire del invierno, mas con todo, me embarga un pensamiento de piedad por ella, allí en la placita de Paz Nóvoa donde actuaba vestida por fina túnica, centro de todas las miradas, para este lugar de paso, ¡ tan frío !.

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